Belleza Fisiológica _ Bryan Avery



Publicado en Architectural Review N°1166 en Abril de 1994, 'Physiological Beauty' sugiere que, tanto las ‘proporciones’ como la ‘sección de oro’ derivan su universalidad a partir de la constitución fisiológica del ojo.

El ojo, la mente y la mano crean la arquitectura y le dan el significado. Tristemente, hoy sin embargo, cada vez más apelamos sólo a la mente en ese proceso. Estamos preocupados que nuestro trabajo debería ser considerado 'más interesante' que ' bello' y en la satisfacción de nuestra mente, hemos devaluado la mano y el ojo que sólo en raras ocasiones podemos hablar de ellos. Ellos requieren de un lenguaje metafórico y poético del cual nos hemos alejado. Si para la mano, siendo el tercio tectónico de nuestro arte, necesitamos acudir a Heidegger para que nos ayude, no es de extrañar entonces que nuestro interés en el ojo haya languidecido. Dar placer al ojo es infinitamente más difícil que a la mano o la mente. No existen reglas, ni excusas. La mayor parte de los arquitectos se mantienen en silencio sobre el tema. Parecemos tácitamente haber aceptado aquello de que la estética es una disciplina subjetiva y encontrar placer en la mente, sin embargo deberíamos prestar más atención al ojo. Y, sin embargo, durante milenios, dar placer a la vista ha sido nuestra principal preocupación y la búsqueda de la perfección estética ha sido fundamental para el debate filosófico. Afrontamos ahora una abrumadora urgencia global para construir más ambientes agradables; nuestras mentes están activas, pero nuestros ojos están cerrados. Quizás, en nuestra búsqueda de una filosofía para explicar todo, lo hemos hecho demasiado difícil. Si se sostiene en cambio, que la arquitectura es para nuestro público y no para nosotros, que es preeminentemente una disciplina visual, y que, en el sentido al menos de la conformación no-monumental del espacio habitable, principalmente está condicionado por la necesidad pragmática de proveer pisos planos y paredes más o menos verticales, entonces, en ese nivel elemental y antes que introduzcamos en el nuestras complejidades culturales, nuestro arte es esencialmente él del geómetra.Considerando la horizontal y vertical en nuestro trabajo tanto en la realidad de la experiencia del espacio construido y quizá más significativamente, en la materialización de ese espacio sobre el papel o en la pantalla, debe ser nuestra tarea, fomentar al geómetra en nosotros mismos para dar sentido a estas relaciones y en última instancia hacer que sean agradables. Los arquitectos siempre han procurado entender lo que hace que una forma sea más agradable a la vista que otra. El cuadrado, el doble cuadrado y el rectángulo de oro, obstinadamente han emergido continuamente en tratados de estética desde el tiempo de Platón. Tal vez este interés puede ser el menos sorprendente si tenemos en cuenta que el ojo a través de la cual los antiguos experimentaron el mundo era el mismo ojo que usamos hoy en día. Es muy probable que no haya cambiado significativamente desde los albores del hombre. Tiene un enclave profundo para protegerlo del sol y protejerlo y un muy amplio campo visual, poco preciso y monocromo sólo en las zonas periféricas, pero extraordinariamente sensible al movimiento y a la luz. Nuestros ancestros tribales han sido muy conscientes de este campo visual a través del cual se han convertido en el depredador y la presa. Para enfocar sin embargo, el ojo tiene sólo sorprendentemente una pequeña área en el que la imagen es precisa y el ‘enfoque’ es dirigido instantáneamente en todo aquello que concentra su interés. Los diminutos músculos del ojo por ello, son mantenidos constantemente en movimiento, ajustando y reajustando a estímulos, donde cada ojo pasa la información al cerebro y la medición de las diferencias minúsculas de ángulo entre ellos para triangular y calcular la distancia. El ojo entonces es un geómetra también, y de considerable importancia. Este puede enfocar en las dos áreas focales la trayectoria de una pelota en movimiento, dando al cerebro ángulos y actualizando diferencias a cada milisegundo de su paso, para posteriormente trazar el ángulo y la distancia, hasta que el cuerpo lo interceptó. No es de extrañar entonces que, con la necesidad de esa rápida y precisa triangulaciones, el ojo haya concentrado sus movimientos dentro de una pequeña área focal. Dentro del área focal tiene capacidad para enfocar mucho más rápido que en otra parte donde el músculo tiene que trabajar más y adaptarse más allá de la zona de máxima abertura sin tener que girar la cabeza entera. Como es natural, lo que da a los ojos la mayor sensación de placer es no tener que moverlos. Sólo entonces puede el ojo y la mente estar en reposo. Ahora, con el ojo tan estructurado, y siendo tan sumamente sensible a su relación angular, será un poco menos sorprendente cuando se representa gráficamente en donde surgen algunos hechos geométricos curiosos. Considere los diagramas A y B: Estos muestran estadísticamente a un hombre norteamericano multiétnico, para los ángulos de visión del ojo en planta y en elevación. Si esta misma relación angular es trazada sobre una superficie plana para mayor claridad, como visualizándolo desde el interior del ojo, ellos aparecen como en el diagrama C. No estamos tan preocupados aquí con la forma elíptica dada por la silueta contenedora de las cejas, la nariz y mejillas, sino con los ángulos verticales y horizontales. Estos reflejan la alineación de los dos ojos horizontalmente y simétricamente sobre el eje vertical del cuerpo, un componente clave de visión y de la arquitectura también. El resultado intrigante de esto es que cuando miramos sobre el mundo, nuestra visión de el es enmarcada por los límites de nuestra visión periférica y la línea de centro del ojo en su eje vertical es coincidente en su ‘punto medio’. Por otra parte, el eje horizontal corta la zona de máximo movimiento del ojo, otra vez sobre su 'punto medio' (si tomamos el eje horizontal a la línea de central entre los límites superior e inferior de nuestra visión periférica, es decir, la línea de centro de nuestro campo visual que casualmente es la declinación normal del enfoque de un hombre de pie ‘atento’). Todos cortan el eje en ‘el punto medio’ o la sección de oro, son el punto en el cual una línea puede ser cortada de modo que la más pequeña parte sea al mayor, como el mayor es al todo. La proporción es 1:0.618 y el rectángulo de oro, tan fascinante en la antiguedad, es un rectángulo con las mismas relaciones entre sus dos lados. Ahora, todos esto podría ser sólo una coincidencia, pero parece ser una relación geométrica dentro de la estructura misma del ojo, lo que hace que merezca de nuestra atención. No es que nosotros necesariamente 'veamos' estas relaciones, lo más probable es que el ojo lo encuentra fácilmente y la mente los reconoce como familiar. Si entonces trazamos las relaciones angulares de ambos ojos, como en la visión binocular y los proyectamos al infinito como en diagramas D y E; ignorando por el momento que los dos ojos se fijan de manera muy poco probable; entonces el campo visual total periférico, que es el contexto en el que nuestra visión del mundo se enmarca, es en sí misma un ´rectángulo de oro’ y el ‘área máxima’ y el movimiento de ojos recrea zonas muy cerca de ser círculos que inscriben cuadrados, otra vez puestos en la relación a la línea de centro horizontal por el punto medio. Desde luego, no todas las relaciones son exactas al milímetro, ni se podría esperar que los datos promedio angulares que provienen de los estudios ergonómicos, pero todos ellos son extraordinariamente cercanos dentro de las tolerancias de percepción identificadas por Christopher Alexander y otros, que es muy difícil hacer caso omiso de ellos. Además, como en los diagramas F y G, si introducimos la distancia entre los ojos (65 mm) parece tan pequeña para ser significativa que sólo influye en visuales muy cercanas; y por lo tanto el efecto a una distancia promedio de lectura de 500 mm, nuestra vista del mundo todavía es enmarcada por la proporción de un rectángulo de oro; pero la zona de movimiento máxima de los ojos viene más cerca todavía a un círculo inscripto en un cuadrado, pero la zona de movimiento de ojos, o más con exactitud, que la parte utilizable dentro del cual ambos ojos pueden ser sometidos a un foco binocular, son cambiados del cuadrado al formato de retrato en una proporción: 4:3. Esto otra vez puede ser una coincidencia, pero esto es la proporción de THR de las personas de edad y es muy cercano también a la proporción de las páginas interiores de esta revista. ¿Es esto quizás por qué ellos son tan agradables a la vista?
He presentado estas observaciones por curiosidad y son muy fácilmente comprobables. Es evidente que deliberadamente no he tratado de extrapolar demasiado estas relaciones angulares dentro del ojo mismo sobre la composición de obras de arte o arquitectura, ya que esto requeriría de una gran empresa. Sin embargo, creo que si esto fuese hecho, nosotros bien podríamos descubrir algunos nuevos hechos interesantes sobre nosotros y el por qué, si se intenta a través de la geometría de nuestras estructuras para dar placer al ojo, nosotros podríamos ser bastante literales y descubrir que ‘La belleza de verdad puede estar en el ojo del observador’.