Las ideas de Louis Kahn sobre el hombre están íntimamente ligadas a su concepto del lugar, término al que daba un sentido muy particular. La palabra ´plaza´ es corriente, denota algo que existe y que, referido a la medida humana, significa la necesidad de estar, de poseer y, a veces incluso, de conquistar. La plaza puede ser un lugar de aislamiento o de encuentro y es siempre un punto de contacto con el emplazamiento, sea este natural o artificial. Ahora bien, resulta patente que el Movimiento Moderno ha descuidado excesivamente el sentimiento humano y lo ha esquematizado con otra medida. En lo que se refiere a los conjuntos, la arquitectura antigua tenía en cuenta en todo el mundo, y muy cuidadosamente las condiciones humanas: el estilo, y si se quiere hasta el ‘aire’, señalaban muy claramente su utilización: Ceremonias, juegos, fiestas o paseos. Gracias a una prolongada tradición, la arquitectura clásica y gótica poseían una expresión cuyos rasgos indicaban inmediatamente su destino. La arquitectura clásica era tan universal que se adaptaba fácilmente y sin grandes cambios a todas las regiones del mundo y a los programas más diversos; y es que, en el fondo, es indiferente el aspecto que adopte la expresión arquitectónica a condición de no fracasar en la utilización de la obra hasta el punto de hacerla ilusoria. El ´porche´ sencillo y modesto de una vivienda mejicana tiene una autenticidad más evidente que la arquitectura más indiscutiblemente moderna desde el punto de vista de la técnica y la estética, pues con toda su sencillez, sabe crear un espacio, un lugar, condición especial de partida. Pero, al parecer, no se pensó en tal cosa cuando se proclamaron los principios de la nueva arquitectura. La fe que se depositaba, a pesar de las tendencias del Movimiento Moderno, en las reglas clásicas de las Bellas Artes ha persistido, si bien el sentido del espacio se ha visto ahogado, por las quimeras de la preeminencia de la función y de la técnica. Los arquitectos modernos continuaron ilusionándose con las definiciones abstractas de la estética moderna, cuyos principios apenas si se alejaban de las antiguas fórmulas hasta el día en que la amplitud de las construcciones alcanzó tal grado que fue preciso cuidar más el marco en que se situaba la arquitectura que la arquitectura misma. Las guerras y la producción material, los nuevos sistemas políticos y las teorías económicas vinieron a sumarse a la confusión de las ideas. Por un lado estaba el desinterés cada vez mayor que hacia la arquitectura demostraba un público cansado de la monotonía de las fachadas prefabricadas y por otro, ese fanatismo que asimila la arquitectura a postulados ideológicos o políticos. Para Louis Kahn no es posible precisar fácilmente la noción de lugar mediante una imagen. Tenemos, por una parte, las exigencias humanas, y por la otra, el emplazamiento donde el programa debe hacerse realidad. De la alianza entre la idea y la figuración, entre las necesidades y la topografía resulta un espacio cuyos contornos no vienen definidos inmediatamente y cuya organización se determina por la yuxtaposición sensata de las partes constituyentes. De la misma manera que no bastaría con una definición para tener un automóvil o un avión, tampoco un lugar, por atrayente que sea, adopta su verdadero rostro sin que la mano del hombre lo moldee, le imponga la huella de su presencia. La arquitectura seguramente nació en el momento mismo en que se puso un techo sobre cuatro pilares pero en realidad no ha existido de verdad hasta que el hombre decidió el emplazamiento de su obra. Es esta determinación la que ha conferido a la arquitectura su verdadera razón de ser en el espacio. Y esto es tan cierto que, sin esta acepción, se cae en la imitación, procedimiento que, en lugar de ser constructivo, deviene destructivo y suele rebajar el objeto que se quería exaltar. En Kahn, por el contrario, el sentido del lugar procede de una fe muy antigua, de la que él extrae virtudes que el mundo sin fe ha olvidado. Los lugares que crea están realmente destinados a la vida de las personas. El Instituto Salk, los laboratorios Richards, la biblioteca de Exeter, el museo de Fort Worth son lugares de un innegable carácter social donde los espacios se ajustan perfectamente a las condiciones humanas. A menudo, estos edificios están concebidos como recintos de sólidos muros que no dejan adivinar la flexibilidad de las circulaciones interiores, configuraciones que corresponden, por dentro, a la necesidad de reclusión, y por fuera a la de expresión simbólica. Ensanchando el concepto de ´Institución´, Louis Kahn define el ´lugar´ como receptáculo de acciones y como expresión de necesidades humanas. Los baños del Centro Comunitario de Trenton y los espacios de la biblioteca Exeter muestran claramente la transición al interior, el paso de la zona pública a la semipública y a la privada. Existe una graduación sutil que va del ruido al silencio, de la luz diurna a la luz difusa de las habitaciones, del tumulto de los pensamientos a la calma de las reflexiones íntimas. Antes de decidir la distribución de una planta o la forma de una cubierta, kahn se preocupa sobre todo de crear lugares que susciten la sensación de una vida adecuada.(...)
Las instituciones del hombre
La Norteamérica de Louis Kahn ya no es la misma que la de Thomas Jefferson, la de Frank Lloyd Wright, la de Mies Van Der Rohe o la de Gropius. Tampoco es la Norteamérica animada de ese optimismo que parecía presagiar una era nueva o los beneficios del New Deal. Al contrario, es un país afectado por conmociones sociales más profundas de lo que parece, un país en que la confusión de la información sitúa al hombre ante nuevas determinaciones que están en trance de transformar nuestros hábitos: en el futuro la elección se orientará menos hacia nuevas hazañas técnicas y cada vez más hacia relaciones humanas cálidas. Hay indicios de renovación, de nuevas posibilidades, en este mundo contradictorio en el que las tentativas de crear poemas sin palabras dan la verdadera dimensión de nuestra situación y del que cabe esperar una arquitectura de calidad. En estas circunstancias, Kahn puede renunciar a la polémica y sin embargo, volcarse en las verdaderas tareas del presente. Esta convicción enlaza con la idea de que las preocupaciones siguen siendo las mismas siempre: tras el sufrimiento, hay que hacer al hombre solidario de sus semejantes. Debemos a Kahn una definición peculiar del término institución. Esta expresión designa la fe común de un pueblo, mientras el mundo, lleno de contradicciones, pretende descubrir la naturaleza de las cosas. Es más una idea que una realidad; consenso general, principio u orden basados en los caracteres comunes del género humano. La razón inicial de la institución tiene una importancia capital, pues lo que importa no son las circunstancias del momento ya que éstas sólo nos ofrecen indicios de necesidades pasajeras. El consenso general es el signo de las cosas situadas fuera del alcance del tiempo. Cuando un edificio no obtiene esa aprobación y sus formas no poseen las cualidades indiscutibles es que la arquitectura sólo obedece sumariamente a una función. Sin embargo, no debería limitarse a resolver problemas; ha de sobrepasar los meros datos del programa para devenir ejemplar como una institución. La Voluntad de ser es una expresión equivalente a ejemplar. Nada perdurable sale de la mano del hombre si no aparece de entrada la cualidad inimitable. Y así, cuando Kahn afirma que algo tiene voluntad de ser, que una rosa debe ser una rosa o que un gran hueco en un muro de ladrillo necesita un arco, establece simplemente que hay en ello cierto carácter de no condicionado. La fe en la institución, con lo que este concepto tiene de incondicionado, nace del mismo espíritu que anima al arquitecto que se toma en serio su misión y que, sin ignorar ni adorar la utilidad o las necesidades, tiende a expresar aquello que vive en las profundidades del alma independientemente de las nociones de eficacia y utilidad. Esta actitud se ve contrariada a menudo por las exigencias de nuestro tiempo que colocan a los arquitectos ante un dilema cuando les llega un encargo. Por una parte, se siente la tentación de dar un valor absoluto a la obra, de mostrarse objetivo ante los problemas i basarse sólo en criterios muy firmes, lo cual lleva frecuentemente a descuidar las contingencias humanas a favor de la técnica y la organización; por otra parte, la glorificación de la razón hace perder el sentido de los ideales y los valores arquitectónicos y sólo conduce a soluciones pasajeras. La investigación sin compromiso de los valores fundamentales de la arquitectura procuró a Kahn una gran seguridad en sus juicios, libres de las necesidades del momento; y no es que sea insensible a ellas, si no que su sentido crítico le permitía distinguir entre lo esencial y lo accesorio, y de aquí surgen obras humanas, desprovistas de prejuicios sociales o étnicos. Lo que importa aquí no son los conocimientos enciclopédicos si no el sentido de la verdad, tan próximo a la compasión hacia los esfuerzos humanos. Las instituciones, como la ciudad, como la arquitectura, son apropiadas para sancionar tales esfuerzos. Hay tres puntos fijos en las instituciones 1) la escuela; 2) la calle; 3) los espacios verdes. Por escuela se entiende todo lugar destinado a satisfacer la necesidad de aprender, propia del hombre, y no tanto por el afán de adquirir conocimientos, como por el de comprender la razón de ser cada uno, las relaciones mutuas y la vinculación entre el hombre y la naturaleza. Son estos conceptos que han llevado a Kahn a trasponer los programas de instrucción haciendo con ellos conjuntos arquitectónicos coherentes. La calle está abierta a toda clase de usos y es, ante todo, un lugar de encuentros. La calle es el lugar donde las gentes se dan cuenta de las posibilidades que hay de manifestarse. Si admitimos que la ciudad es el marco de innumerables acontecimientos o bien, como lo admite Kahn, -el lugar donde un muchacho descubre lo que quisiera ser de mayor-, evidentemente, desde esta óptica el sentido de la calle resulta extraordinariamente importante. Todo lugar donde el individuo entra en contacto con los demás, puede llegar a ser el foro para un intercambio de ideas y habilidades que favorezca la eclosión de aptitudes. Bajo el encabezamiento –espacios verdes- Kahn ha examinado todos los problemas que se plantea el hombre ante sus semejantes, o el individuo ante el pueblo, problemas que conciernen a la creación de espacios, de plazas, de foros donde se reúnan las gentes y donde ensayen la realización de sus capacidades. Así, cuando Kahn menciona la escuela, la calle, e incluso los espacios verdes, está señalando el carácter de instituciones y la importancia que tiene para el hombre que desea aprender, reunirse, manifestarse, animado por un espíritu de libertador y maduro para la búsqueda del bien vivir. Esta búsqueda es innata. (…)
´Cuando hablo de instituciones nuevas, me siento obligado a examinar primero las que ya existen. Todas las instituciones dependen de los hombres que las hacen. La necesidad de aprender se remite al origen de los seres. Todo lo que la naturaleza produce es una sucesión de movimientos por los cuales las cosas se transforman. La peña sigue a la peña, el hombre perpetúa al hombre. En nuestra alma está la conciencia de nuestra existencia: tal vez hasta la rosa posea algo así como un sentido de la vida y creo que todo ser vivo está dotado de ese sentido. Detectamos en nosotros un interés inalterable por nuestros orígenes y a veces nos creemos capaces de rehacer el mundo solo contemplando una brizna de hierba. La aspiración de aprender está en todas las instituciones de enseñanza´.
´Creo que la escuela en que se aprende debe tener un marco apropiado. La enseñanza empezó cuando un hombre sentado bajo un árbol se puso a discutir, sin saber que era un maestro, con jóvenes que ignoraban su condición de estudiantes; se limitaban a pensar en lo que se decía en compañía de un hombre tan agradable. Y deseaban que sus hijos también tuviesen un día la oportunidad de escuchar a un hombre semejante. Así nació la primera escuela y el primer patio de recreo, como consecuencia de las aspiraciones del hombre.
´La elección del emplazamiento apropiado de una escuela incitará a l director de un instituto a sugerir al arquitecto lo que debería ser una escuela, con lo que definirá ya un comienzo de programa´.
´Se habla de la calle como un lugar de encuentro, como de una sala de reunión… salvo que no tiene techo. En consecuencia, una sala de reunión es como una calle cubierta con un techo. Los muros de una sala de reunión son asimilables a las fachadas de las casas de las calles y las calles vienen determinadas por las casas de la ciudad. Hoy las calles están desprovistas de lazos con las calles que las flanquean; ya no hay calles, solo hay avenidas tristes e impersonales´.
´Para que la calle recupere su vida es preciso que la animen las idas y venidas de los habitantes, los intercambios entre estos. Haced planes concisos, distribuid convenientemente las casas en los bordes de las avenidas y devolvedles su aspecto humano´.
´En la Universidad hay aspiraciones; en el mercado necesidades, pero es la plaza, en el foro, donde se resumen necesidades y aspiraciones´.
´Tanto si el oficio de un hombre es ganar dinero como si es el de herrero, predicador o cualquier otro, el espacio comunitario, el espacio verde, reduce a todos a un común denominador en el sentido de que, por poco que se manifieste el carácter individual, la muchedumbre engulle inmediatamente las aspiraciones y los deseos, indiferente a las singularidades, a las preferencias y los anhelos de uno u otro´.
´El valor representativo de los espacios urbanos me ha preocupado a menudo, pues temo que hayamos perdido el sentido de ese valor, obsesionados como estamos por la inestabilidad de las cosas y la búsqueda de nuevos progresos. Es urgente, pues, que lleguemos a una concepción más juiciosa de las zonas verdes y de las plazas, nuevas explanadas donde la gente podrá recrearse con sus aspiraciones y sus necesidades´.