Alberto Campo Baeza _ Textos
Texto © Alberto Campo Baeza
publicado en ´Telva 688´, Madrid, Agosto 1996, ´Diario de Cádiz´, septiembre 1997 y ´Revistaatlántica 20´, Cádiz, julio 1999.
Mi casa en el verano es una sombra
A propósito de la Casa Gaspar en Zahora
Mi casa en el verano es una sombra, entre cuatro paredes levantadas.
Sombra que a fuerza de oscura es transparente de tan llena de luz que allí batalla.
La casa en el verano es el sosiego, un lugar donde la calma se aposenta, un remanso de paz donde se vuelve.
Mi casa en el verano es una balsa adonde acuden mis náufragos amigos a desgranar la palabra que conforta, a rescatar el tiempo tan perdido.
Nacen allí poemas de la nada, quizás lo más hermoso de la vida.
Pero y ¿qué y cómo es la casa al fin y al cabo?
Es una simple y sencilla arquitectura.
Cuatro altos muros bien blancos bien trazados, dispuestos con frugal sabiduría. Con un adentro en sombra bien medida, que con la brava luz porfía siempre. Un firme suelo de piedra como hallado, como si fuera la tierra que emergiera, dando su apoyo a nuestros pies descalzos.
Y al fondo y en el centro allí excavada, una alberca serena y en silencio, recipiente de un agua casi quieta. Una gaviota perdida allí se baña, sin tocarla ni mancharla, casi nada.
Y es que el agua así en la sombra es un espejo, periscopio infinito de los cielos.
Y en sus cuatro claros puntos cardinales, al horadar la piedra en sus entrañas, han brotado lunares limoneros que abren su blanca flor cada mañana.
Es mi casa en verano arquitectura, en el más pleno sentido del vocablo.
Huerto cerrado, arcadia, paraíso. Cuatro muros y un árbol y una alberca.
Y luz y oscuridad acompasados. Y el suelo fresco de piedra que da gloria.
Cielo en la tierra, pues ¿qué es si no la arquitectura?
Cádiz, verano de 1996.
publicado en ´Telva 688´, Madrid, Agosto 1996, ´Diario de Cádiz´, septiembre 1997 y ´Revistaatlántica 20´, Cádiz, julio 1999.
Mi casa en el verano es una sombra
A propósito de la Casa Gaspar en Zahora
Mi casa en el verano es una sombra, entre cuatro paredes levantadas.
Sombra que a fuerza de oscura es transparente de tan llena de luz que allí batalla.
La casa en el verano es el sosiego, un lugar donde la calma se aposenta, un remanso de paz donde se vuelve.
Mi casa en el verano es una balsa adonde acuden mis náufragos amigos a desgranar la palabra que conforta, a rescatar el tiempo tan perdido.
Nacen allí poemas de la nada, quizás lo más hermoso de la vida.
Pero y ¿qué y cómo es la casa al fin y al cabo?
Es una simple y sencilla arquitectura.
Cuatro altos muros bien blancos bien trazados, dispuestos con frugal sabiduría. Con un adentro en sombra bien medida, que con la brava luz porfía siempre. Un firme suelo de piedra como hallado, como si fuera la tierra que emergiera, dando su apoyo a nuestros pies descalzos.
Y al fondo y en el centro allí excavada, una alberca serena y en silencio, recipiente de un agua casi quieta. Una gaviota perdida allí se baña, sin tocarla ni mancharla, casi nada.
Y es que el agua así en la sombra es un espejo, periscopio infinito de los cielos.
Y en sus cuatro claros puntos cardinales, al horadar la piedra en sus entrañas, han brotado lunares limoneros que abren su blanca flor cada mañana.
Es mi casa en verano arquitectura, en el más pleno sentido del vocablo.
Huerto cerrado, arcadia, paraíso. Cuatro muros y un árbol y una alberca.
Y luz y oscuridad acompasados. Y el suelo fresco de piedra que da gloria.
Cielo en la tierra, pues ¿qué es si no la arquitectura?
Cádiz, verano de 1996.