Acerca del blanco en la Arquitectura _ Edificios Monocromáticos



High Museum of Art, Atlanta _ Richard Meier, 1980/83
MACBA, Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona _ Richard Meier, 1995
Iglesia Dios Padre Misericordioso (Jubilee Church), Roma, Italia. _ Richard Meier, John Eisler, 1996/2003


Retomando algunas consideraciones desarrolladas en el artículo ´El blanco certero´ de Alberto Campo Baeza acerca del uso del color blanco en arquitectura, nos vemos obligados a exponer algunos conceptos vertidos en el prefacio del libro ´Richard Meier, Architect´ editado por Gustavo Gili en 1984 y el texto firmado por el arquitecto John Hedjuk en la postdata del mismo, ambos aquí reproducidos, que clarificarán aún con más precisión las búsquedas conceptuales de aquellos autores que incursionaron a través de su inagotable experiencia en la creación de un estilo arquitectónico propio denominado ´Modernidad Blanca´ desarrollado a mediados de los años sesenta en la costa este de los Estados Unidos y que aún hoy, sigue sosteniendo y desarrollando.

Prefacio _ ´El blanco es el color que agudiza la percepción de los tonos que existen en la luz natural y en la propia naturaleza. Merced al contraste con una superficie blanca apreciamos mejor el juego de la luz y sombra, de masa y vacío. Por esta razón el blanco se viene considerando tradicionalmente como símbolo de pureza y claridad, símbolo de perfección. Mientras otros colores poseen valores relativos según el contexto en que se hallen, el blanco en cambio, conserva su condición de absoluto. Incluso cuando el blanco está solo, no se limita a ser blanco, será otro color que se transforma por efecto de la luz, por todo lo que cambien en el firmamento, sean las nubes, el sol o la luna. Goethe decía: ´El color es el sufrimiento de la luz´. Acaso la blancura sea el recuerdo y el anticipo del color. Una de las características de mi obra es la blancura; me valgo de ella para clarificar las ideas arquitectónicas y aumentar la potencia de la forma visual. Me asiste al enfrentarme a la principal de mis inquietudes, el moldeado del espacio y de la luz; y cuando digo espacio no me refiero a uno abstracto, falto de escala, sino a aquel cuya definición y orden se relacionan con la naturaleza, el contexto, la escala humana y la cultura arquitectónica. Las materias primas con que opero no se limitan al volumen y la superficie, a la luz y la forma, a los cambios de escala y de visión, de movimiento y de detención. Lo hago también con los elementos físicos y funcionales de la construcción. Tengo un hondo interés por la ejecución del edificio, prefiero considerarme más un maestro de obras que un artista y más aún cuando, a mi juicio, esto es lo que, de un tiempo a esta parte, necesita el arte de la arquitectura. En la historia tengo una fuente inagotable y constante de inspiración, porque estimo que una parte de la significación que pueda poseer un edificio proviene del conocimiento que encierre del pasado, del modo como incorpore los valores de permanencia, de continuidad y por consiguiente de calidad. Pero las alusiones y las citas que incorporo nunca son literales, los significados siempre se interiorizan en la obra, las metáforas son exclusivamente arquitectónicas. Al declarar que mi interés se centra fundamentalmente en el espacio, la forma, la luz y como generarlos, no pretendo más que subrayar que mi meta es la presencia y no la ilusión. Voy tras ella porque creo que contiene el alma y el corazón de la arquitectura. La arquitectura es vital y duradera porque nos envuelve, materializa el espacio donde se desarrolla nuestra existencia, donde nos movemos, el espacio que utilizamos. La totalidad de mi obra es una tentativa por redefinir este persistente orden humano, por interpretar la relación entre lo que fue, y lo que pueda ser, por seleccionar de nuestra cultura lo intemporal y lo ordinario. Opino que esta es la base del estilo, de la decisión de incluir o de excluir, de poner en práctica la voluntad y la inteligencia personal. En tal sentido, el estilo es algo que nace al margen de la cultura, aunque muy vinculado a la propia experiencia.

Richard Meier, Junio de 1984.

Posdata _ ´Querido Richard: He decidido escribirte una carta en vez de la posdata. Se trata de una carta privada que se hace pública o de una carta pública que se hace privada. En ciertas situaciones los amigos han de ser críticos y además estimulantes, críticos para que se lleven a cabo ciertas investigaciones, estimulantes para acometer las nuevas, los viejos amigos son como las placas tectónicas, sólidas, se mueven, se ajustan, provocan grietas y fisuras con el fin de que el mundo se conserve intacto. De un tiempo a esta parte vengo pensando en tu obra en relación a la sociedad que nos rodea. Tengo la impresión de que tú y yo estamos entre las dos caras de una moneda (que tal vez acuñaron otros). Yo no dudo que se debe construir más, tu no dudas que hay que investigar más pero la paradoja estriba en, qué debe construirse, y que hay que investigar más, este es el dilema. Hace poco me tropecé con un viejo amigo, llevaba treinta años sin verlo. Su cuerpo físico estaba allí, pero no como lo recordaba, se podían reconocer algunos rasgos, sentí algunas sensaciones desvaídas. Probé de incursionar por la forma externa que se me mostraba. Quiero decir con ello que no intentaba mirar a través, sino de entrar, por expresarlo de algún modo, en el alma. La experiencia era singular. Traté de abrirme paso por los ojos de mi amigo, fue difícil, casi imposible, hasta que se produjo un instante de reconocimiento, de coincidencia. Fue como contemplar un firmamento de estrellas en que por vez primera, estas no tenían la posición estática que conocía desde niño, se movían en un espacio negro. Hasta que experimenté ese momento trascendental al intentar penetrar en el alma de otro que no había podido ver nunca el movimiento de las estrellas en el espacio. Recientemente visite el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. Nos quedamos durante un rato contemplando al Poseidón al que le faltaban los ojos, solo tiene unas cuencas vacías que parecen negras. El espacio de aquellos agujeros oscuros abiertos en la cabeza de Poseidón me pareció aunque limitado, profundamente infinito, parecido al negro firmamento. La impenetrabilidad del espacio me sugirió su inmensidad. Así se suscito el problema y el significado de la antítesis entre el blanco y el negro. Antes de irnos advertimos otro fenómeno que nos intranquilizó, la escultura funeraria de las tumbas de hombres y mujeres griegos, górgonas, grifos, sirenas y demás criaturas se entremezclaban con las figuras humanas. Me di cuenta que esas criaturas eran inimaginables, que no se podían concebir con la mente, eran como fueron el marido, la mujer y el hijo. En la posdata que escribí para tu último libro incluí una cita de Moby Dick de Herman Melville, referida a la concreción del blanco. El color blanco tiene otros aspectos que este escritor describe con precisión: ´su naturaleza sugerente provoca pensar en la blancura, pero cuando se separa de asociaciones más gratas y se acompaña de un objeto terrible en sí mismo, lleva el terror hasta el límite´. Reparemos en la blancura del albatros ¿de dónde vienen esas nubes de temor pálido y espiritual por donde navega en todas las mentes ese fantasma blanco? Simboliza por tanto, en sus diversas manifestaciones, de todo lo grande y bello que sea por su blancura; nadie puede negar que en su significación más profunda e idealizada, recuerda la aparición del alma. Evidentemente Melville miraba al color blanco de una manera muy peculiar. Como dice, el blanco puede ofrecer facetas tan atroces como el negro. Después de ver la reposición de la película ´The Shinning´, de Kubrick un amigo hizo la siguiente observación: ´la mayoría de las películas de terror tienen oscuridad, sombras, negros, claroscuros muy penetrantes. En esta la luz lo inunda todo, la luz se difunde, lo ocupa todo, no hay sombras, la luz blanca puede producir una atmósfera de presagio´. Richard, cabe que con el uso que tú haces del blanco, con tu blancura de luz blanca, hayas dado otro significado a nuestra sociedad y a su programa, un significado análogo al de las casas blanco-oscuro de Hawthorne en New England, plenas de aspectos ocultos, escondidos. Los arquitectos debemos investigar las posibilidades de los ´edificios monocromáticos´ hasta ahora ignorados que sin reflejar necesariamente a la sociedad tal como es, especulan en cambio, sobre como podría ser. Estamos atados también a la ballena de Ahab…

John Hedjuk, arquitecto, New York, Mayo de 1984.